CUARTA APARICIÓN

99. Y el martes, cuando todavía estaba muy oscuro, de allá vino a salir, de su casa, Juan Diego, a llamar al sacerdote a Tlatelolco, 100. y cuando se acercó al lado del cerrito, al pie del Tepeyácac, terminación de la sierra, donde sale el camino, hacia donde se pone el sol, en donde antes él había salido, dijo: 101. “Si sigo derecho el camino, no vaya a ser que me vea esta Noble Señora y seguro, como antes, me detendrá para que le lleve la señal al sacerdote que gobierna, como me lo mandó. 102. Que primero nos deje nuestra aflicción; que antes yo llame de prisa al sacerdote religioso al que el pobre de mi tío no hace más que aguardarlo.” 103. En seguida rodeó al cerro, subió por en medio y de allí, atravesando, vino a pasar hacia donde sale el sol; para rápido ir a llegar a México, para que no lo detuviera la Reina del Cielo. 104. Piensa que por donde dio la vuelta no lo podrá ver la que perfectamente a todas partes está mirando. 105. La vio cómo vino a bajar Ella de la cumbre del cerrito, desde allí lo había estado mirando, de donde antes lo vio. 106. Le vino a salir al encuentro, a un lado del cerro, le vino a atajar los pasos; le dijo: 107. “Hijo mío el más pequeño ¿qué pasa?, ¿a dónde vas, a dónde te diriges?” 108. Y él, ¿tal vez un poco se apenó, o quizá se avergonzó?, ¿o tal vez de ello se asustó, se espantó?

109. Ante Ella se postró, la saludó, le dijo: 110. “MiJovencita, Hija mía la más pequeña, Niña mía, ojalá que estés contenta: ¿cómo te amaneció?¿Acaso sientes bien tu amado cuerpecito, Señora mía, Niña mía?” 111. “Con pena angustiaré tur ostro, tu corazón: te hago saber, Muchachita mía, que está muy grave un servidor tuyo, tío mío. 112. Una gran enfermedad se le ha asentado, seguro que pronto va a morir de ella. 113. Y ahora, iré deprisa a tu venerable casa de México, a llamar a alguno de los amados de Nuestro Señor, a uno de nuestros sacerdotes, para que vaya a confesarlo y a dejarlo preparado. 114. Porque en realidad para esto nacimos, los que vinimos a esperar el trabajo de nuestra muerte. 115. Mas, si voy a llevarlo a efecto, luego aquí otra vez volveré para ir a llevar tu venerable aliento, tu venerable palabra, Señora, Muchachita mía. 116. Perdóname, todavía tenme un poco de paciencia, porque con ello no te engaño, Hija mía la más pequeña, Niñamía, mañana sin falta vendré a toda prisa.” 117. Encuanto oyó la palabra de Juan Diego, le respondió la compasiva, la Perfecta Virgen: 118.“Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante y aflictiva.

119. ¿No estoy yo aquí, que tengo el honor y la dicha de ser tu madre? ¿No estás bajo mi sombra yresguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Acaso tienes necesidad de alguna otra cosa? 120. Que ninguna otra cosa te aflija, que no te inquiete; que no te acongoje la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora, ten porcierto que ya sanó.” 121. (Y luego en aquel mismo momento sanó su tío, como después se supo).

Autor: Jorge Sanchez

122. YJuan Diego, cuando escuchó el venerable aliento, la venerable palabra, de la Reina del Cielo, muchísimo con ello se tranquilizó, bien con ello se apaciguó su corazón; 123. y le suplicó inmediatamente que lo enviara como mensajero a ver al gobernante Obispo, a llevarle su señal, de comprobación, para que él le creyera. 124. Y la Reina Celestial luego le mandó que subiera a la cumbre del cerrito, en donde él la había visto antes. 125. Le dijo: “Sube, tú el más pequeño de mis hijos, a la cumbre del cerrito y allí donde tú me viste y donde te di mi mandato; 126. allí verás extendidas flores variadas: córtalas, reúnelas, pon las todas juntas: luego baja en seguida; tráelas aquí, a mi presencia.”127.Y luego Juan Diego subió al cerrito, 128. y cuando llegó a la cumbre, mucho se maravilló de cuantas flores allí se extendían, tenían abiertas sus corolas, flores las más variadas, bellas y hermosas, como las de Castilla, no siendo aún su tiempo de darse. 129. porque era cuando arreciaba el hielo. 130. Las flores estaban difundiendo un olor suavísimo, eran como perlas preciosas, como llenas de rocío de la noche. 131. En seguida comenzó a cortarlas, todas las juntó, las puso en el hueco de su tilma. 132.Por cierto que en la cumbre del cerrito no se daban ningunas flores, porque es pedregoso, hay abrojos, plantas con espinas, nopaleras, abundancia de mezquites. 133. Y si acaso algunas hierbas pequeñas se solían dar, entonces era el mes de diciembre, todo lo come, lo echa a perder el hielo. 134.Y en seguida vino a bajar, vino a traerle a la Niña Celestial las diferentes flores que había ido a cortar 135. y cuando las vio, con sus venerables manos las tomó; 136. luego las puso de nuevo en el hueco de la tilma de Juan Diego, y le dijo: 137. “Hijo mío, el más pequeño, estas diversas flores son la prueba, la señal que llevarás al Obispo; 138. de mi parte le dirás que vea en ellas mi deseo y que por ello realice mi querer, mi voluntad; 139. y tú, tú que eres mi mensajero, en ti absolutamente se deposita la confianza. 140. Y mucho te ordeno con rigor que únicamente a solas, en la presencia del Obispo, extiendas tu tilma y le muestres lo que llevas; 141. y le contarás todo puntualmente, le dirás que te mandé que subieras a la cumbre del cerrito a cortar las flores, y cada cosa que viste y admiraste; 142.así tú convencerás en su corazón al que es el Gobernante Sacerdote, así él dispondrá que se haga, selevante, mi casa sagrada que le he pedido.”

143. Y en cuanto le dio su mandato la Celestial Reina, vino a tomar la calzada, viene derecho a México, ya viene contento, 144. ya está calmado su corazón, porque va a salir bien, bien llevará las flores. 145.Mucho viene cuidando lo que está en el hueco de su tilma, no vaya a ser que algo se le caiga. 146.Viene disfrutando del aroma de las diversas flores preciosas. 147. Cuando llegó al palacio del Obispo, lo fueron a encontrar el portero y los demás servidores del Sacerdote gobernante. 148. Él les suplicó que le dijeran que deseaba verlo, pero ninguno de ellos quiso; no querían escucharlo, o tal vez porque aún estaba muy oscuro. 149. O tal vez porque ya lo conocían, que nomás los molestaba, los importunaba. 150. Y ya les habían contado sus compañeros, los que lo fueron a perder de vista cuando lo habían ido a seguir. 151. Durante muchísimo rato estuvo esperando la razón. 152. Y cuando vieron que por muchísimo rato estuvo allí, de pie, cabizbajo, sin hacer nada, por si era llamado. Y como que venía trayendo algo que estaba en el hueco de su tilma; luego pues, se le acercaron para ver qué es lo que traía y satisfacer su corazón. 153. Y cuando vio Juan Diego que de ningún modo podía ocultarles lo que llevaba y que por eso lo molestarían, lo empujarían o tal vez lo golpearían, un poquito les mostró que eran flores. 154. Y cuando vieron que todas eran finas, variadas flores como las de Castilla, y como no era tiempo entonces de que se dieran, mucho se admiraron, de que estaban muy frescas, con sus corolas abiertas, lo bien que olían, preciosas. 155. Y quisieron coger y sacar unas cuantas. 156. Y tres veces sucedió que se atrevieron a tomarlas, pero de ningún modo pudieron hacerlo, 157. porque cuando hacían el intento ya no veían las flores, sino como una pintura o un bordado, o cosidas en la tilma las veían. 158. Inmediatamente fueron a decirle al Gobernante Obispo lo que habían visto, 159. y cómo deseaba verlo el indito que otras veces había venido, y que ya hacía muchísimo rato que estaba allí aguardando el permiso, porque quería verlo.

TERCER ENCUENTRO CON EL OBISPO

160. Y el Gobernante Obispo, en cuanto lo escuchó, tuvo ya en su corazón de que aquello era la señal para ser convencido, para que él llevara a cabo la obra que solicitaba el hombrecito. 161. Enseguida ordenó que pasara a verlo. 162. Y habiendo entrado, en su presencia se postró, como ya antes lo había hecho. 163. Y de nuevo le contó todo lo que había visto, lo que había admirado y su mensaje. 164. Le dijo: “Señor mío, Gobernante, en verdad ya hice, ya cumplí según me ordenaste; 165. así fui a decirle a la Señora, mi Ama, la Niña Celestial, Santa María, la Amada Madre de Dios, que tú pedías una señal para poder creerme, para que le hicieras su casita sagrada, allá donde Ella te pedía que la construyeras; 166. y también le dije que yo te había dado mi palabra de venir a traerte alguna señal, alguna prueba de su venerable voluntad, como me lo encargaste. 167. Y Ella escuchó bien tu venerable aliento, tu venerable palabra, y recibió con alegría tu petición de la señal, de la prueba, para que se haga, se cumpla su amable voluntad. 168. Y ahora, cuando era todavía de noche, me mandó para que otra vez viniera a verte; 169. y yo le pedí su señal para ser creído, como me dijo que me la daría, e inmediatamente lo cumplió. 170. Y me mandó a la cumbre del cerrito en donde antes yo la había visto, para que allí cortara diversas flores como las de Castilla. 171. Y yo las fui a cortar, se las fui a llevar allá abajo; 172. y con sus venerables manos las tomó. 173. Luego, de nuevo, las puso en el hueco de mi tilma. 174. para que te las viniera a traer, para que a ti personalmente te las entregara. 175. Aunque bien yo sabía que no es lugar donde se den flores la cumbre del cerrito, porque sólo es pedregoso, hay abrojos, plantas espinosas, nopales silvestres, mezquites, no por ello dude, no por ello titubeé.176. Fui a acercarme a la cumbre del cerrito, miré que ya era la Tierra florida. 177. Allí habían brotado variadas flores, como las rosas de Castilla, de lo más fino que hay, llenas de rocío, esplendorosas; así luego las fui a cortar. 178. Y Ella me dijo que de su parte te las diera, y que así yo probaría; para que túvieras la señal que le pedías para realizar su venerable voluntad, 179. y para que aparezca que es verdad mi palabra, mi mensaje. 180. Aquí las tienes; hazme favor de recibirlas.” 181. Y luego extendió su blanca tilma, en cuyo hueco estaban las flores. 182. Y al caer al suelo todas las variadas flores como las de Castilla, 183. luego allí en su tilma se convirtió en señal, se apareció de repente la Amada Imagen de la Perfecta Virgen Santa María, Madre de Dios, en la forma y figura en que ahora está, 184.en donde ahora es conservada en su amada casita, en su sagrada casita en el Tepeyácac, que se llama Guadalupe. 185. Y en cuanto la contempló el Obispo Gobernante y también todos los que allí estaban, se arrodillaron, mucho la admiraron, 186. se pusieron de pie para verla, se conmovieron, se afligió su corazón, como que se elevó su corazón, su pensamiento. 187. Y el Obispo Gobernante con lágrimas, con tristeza, le suplicó, le pidió perdón por no haber realizado su venerable voluntad, su venerable aliento, su venerable palabra. 188. Y el Obispo se levantó, desató del cuello de donde estaba atada, la vestidura, la tilma de Juan Diego, 189. en la que se apareció, en donde se convirtió en venerable señal la Reina Celestial. 190. Y luego la llevó allá, la fue a colocar en su oratorio. 191. Y todavía allí pasó un día entero Juan Diego en la casa del Obispo, quien hizo que se quedara allí. 192. Y al día siguiente, le dijo: “Anda, vamos a que muestres dónde es la venerable voluntad de la Reina del Cielo que le levante su templo.” 193. De inmediato se dio orden de hacerlo, levantarlo. 194. Y Juan Diego, en cuanto mostró en dónde había mandado la Señora del Cielo que se le levantara su casita sagrada, luego pidió permiso que 195. quería ir a su casa para ir a ver a su tío Juan Bernardino, que estaba muy grave cuando lo dejó, y había ido a llamar a uno de los sacerdotes a Tlatelolco para que lo confesara y lo dispusiera, de quien la Reina del Cielo le había dicho que ya estaba sanado. 196. Pero no lo dejaron ir solo, sino que lo acompañaron a su casa. 197. Y cuando llegaron vieron a su venerable tío que estaba sano, absolutamente nada le dolía. 198. Y él, por su parte, mucho se admiró de la forma en que su sobrino era acompañado y muy honrado; 199. le preguntó a su sobrino por qué así sucedía, el que mucho le honraran; 200. y él le dijo que cuando lo dejó para ir a llamarle un sacerdote para que lo confesara, lo dispusiera, allá en el Tepeyácac se le apareció la Señora del Cielo. 201. Y lo envió a México a ver al Gobernante Obispo, para que allí le edificara su casa en el Tepeyácac. 202. Y que Ella le dijo que no se afligiera, porque ya su tío estaba curado, y con esto mucho se tranquilizó su corazón. 203. Su tío le dijo que era verdad, que en aquel preciso momento Ella lo sanó, 204. y que la contempló exactamente en la misma forma como se le había aparecido a su sobrino.205. Y le dijo cómo a él también lo había enviado a México para que viera al Obispo; 206. y que también, cuando fuera a verlo, todo absolutamente se lo manifestara, le dijera lo que había contemplado 207. y la manera maravillosa en que lo había sanado, 208. y que bien así se le llamara, bien así se le nombrara: LA PERFECTA VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE, su Amada Imagen. 209.Y en seguida llevaron a Juan Bernardino a la presencia del Gobernante Obispo, para que viniera ahablarle, delante de él diera testimonio. 210. Y junto con su sobrino Juan Diego, el Obispo los hospedó en su casa unos cuantos días, 211. mientras que se levantó la casita sagrada de la Niña Reina allá en el Tepeyácac, donde se le mostró a Juan Diego. 212. Y después de que el Señor Obispo la tuvo algún tiempo, trasladó a la Iglesia Mayor la preciosa reverenciada Imagen de la amada Niña Celestial. 213. Lavino a sacar de su palacio, de su oratorio en donde estaba, para que todos la vieran, se admiraran de su preciosa Imagen. 214. Y absolutamente todos, toda la ciudad, sin faltar nadie, se estremecieron cuando fueron a contemplar, a admirar su preciosa Imagen. 215. Venían a conocerla como algo divino.216. Venían a presentarle sus plegarias. 217. Mucho se admiraban en qué milagrosa manera se había aparecido 218. puesto que absolutamente ningún hombre de la tierra pintó su amada Imagen.

Autor: Jorge Sanchez

Elementos significativos de la Cuarta Aparición

“En el cruce de mis brazos”: Justo debajo de donde se juntan las manos de la Virgen en la Imagen de la tilma, están las cintas negras (signo de embarazo para los indígenas), y la flor de cuatro pétalos o Flor Solar (Nahui Ollin) que representa al Dios Omnipotente que abarca los cuatro rumbos del universo en siempre movimiento. Ella porta en su seno al Salvador, al dador de la Nueva Vida y es ahí mismo, con Él, en donde le dice a Juan Diego que lo lleva y también a cada uno de nosotros, a la Humanidad entera: en el cruce de sus brazos, en el hueco de su manto. La Virgen ve a Juan Diego (y a nosotros) como un bebé. Somos sus consentidos, sus niños pequeños. Un bebé en los brazos de su madre no tiene necesidad de nada más: tiene el alimento, el calor, el consuelo, la seguridad, la protección… Por eso la Virgen pregunta: ¿Acaso tienes necesidad de alguna otra cosa? La casita sagrada que quiere que construyan es un símil de esta realidad. Es una réplica de su seno virginal: quiere darnos un espacio para encontrarnos con Su Hijo, Nuestro Salvador, sabiendo que Ella misma nos conduce a Él y que, mediante Ella estamos insertos ya en la realidad de su Hijo. Nuestra Humanidad está unida a la Humanidad de Dios por medio de María que nos quiere llevar a ambos en su seno.

“Recoger y entregar flores”: estas palabras autodenigratorias, no eran signo de minusvalía o acomplejamiento, sino expresiones de rigor en la etiqueta india al recibir una tarea honrosa. El elegido paraTlatoani (máximo gobernante tanto militar como religioso), no cesa de llamarse “criado y nacido entre estiércol” como recoge Sahagún en su Historia General de las Cosas de la Nueva España: “Bien sé que me tenéis conocido, que soy un pobre hombre y de baja suerte, criado y nacido entre estiércol, hombre de poca razón y de bajo juicio, lleno de muchos defectos y faltas, ni me sé conocer ni considerar quién soy: habéis hecho un gran beneficio, gran merced y misericordia, sin merecerlo, ya que, tomándome del estiércol, me habéis puesto en la dignidad y trono real”. Un indio, por muy indignado o aterrado que estuviese siempre trataría de ocultarlo, precisamente porque era esa la máxima derrota y la única de veras humillante: perder la compostura, alterar su “rostro sabio y su corazón de roca”. Asimismo, el confesarse indigno e inepto para cualquier cargo honroso era típico y hasta obligatorio en todo mexicano bien educado.

“El nombre de Guadalupe”: El nombre de Guadalupe no es náhuatl, sino netamente español, de origen árabe. Además era el nombre del santuario mariano en ese entonces más famoso de España, situado en el norte de Extremadura, en la provincia de Cáceres, patria de Hernán Cortés y de otros muchos conquistadores. Pero no sólo los extremeños, sino hasta los propios Reyes Católicos tuvieron un especial cariño por este santuario y esta advocación mariana. Sin embargo, la imagen española en nada tiene que ver con la Imagen de la mexicana. Ante la pregunta de por qué la Virgen eligió este nombre, ya conocido entre los españoles, para revelárselo al tío Juan Bernardino y que éste, a su vez se lo comunicara al obispo, no tenemos una respuesta certera. Pero especulando, quizás ese nombre fue una prueba más que tranquilizó a Zumárraga, ya que esta advocación era muy conocida y querida en España.

Puntos importantes

En esta aparición en la que aparentemente la Virgen trata de consolar a Juan Diego por haberse hecho el escurridizo y evitar encontrarse con ella por ir a buscar un sacerdote para su tío, hay algo mucho más profundo. Hay que recordar que, (quitando la aparición reconocida por la Iglesia, en el año 40 a Santiago Apóstol en España) la del Tepeyac es la primera gran aparición de la Virgen en el correr de la Historia y es aquí en donde aprovecha para darnos un regalo mucho más profundo: no sólo quiere mostrar a los indígenas quién es Jesucristo, sino que mediante sus palabras, nos está mostrando quién es Ella y cómo es su maternidad. Cómo nos quiere, cómo nos habla, cómo está a nuestra disposición, cómo somos de importantes para Ella, cómo nos cuida y en dónde nos cobija. Quiere que sepamos que si estamos cerca de Ella, estamos inmersos también en Jesucristo.

En ninguna otra aparición mariana de la Historia, la Virgen ha dicho tanto de sí misma como reveló en el Tepeyac a todos los hombres a través del mensaje que le dio a Juan Diego. Por eso es muy importante meditar sus palabras, porque es el mayor discurso de amor hacia cada uno de nosotros que tenemos de Nuestra Madre. Entendiendo quién es y cómo es Ella, podremos entender el resto de mensajes que ha dado a la Humanidad en sus posteriores apariciones.

Esas mismas palabras que le dedicó a Juan Diego en medio de su aflicción, su desconsuelo y su falta de confianza, son las mismas que nos puede dedicar a cada uno de nosotros en cualquier momento en el que nos sintamos así. Esas palabras se las dirigió a una persona en concreto, pero pueden resonar en nuestro interior con la misma fuerza si tenemos la misma actitud de humildad que tuvo Juan Diego cuando se encontró con Ella tras “fallarle” en la misión que le había encomendado, aunque fuera por hacer un bien, como lo era el buscar un sacerdote para su tío moribundo.

Glosario

Tepeyac:
Significa “nariz del monte”, “punta del cerro”

Tlacatzintli:
Significa hombre, caballero

Escaramuza:
Riña, disputa o contienda de poca importancia

Macehualtin:
Gente o gentío; vasallos, o pueblo menudo