LOS PROTAGONISTAS DEL EVENTO GUADALUPANO: JUAN DIEGO
Juan Diego nació en el año de 1474 en el señorío chichimeca de Cuautitlán, entonces reino de Texcoco. Él y su familia se contaban entre los principales de su pueblo, por su educación y desahogada posición social. Cuando un niño venía al mundo, agradecían muy de veras el don de la vida, al “Dador de la Vida”, creador de todo lo que existe y al que nadie puede ver.
La mujer que ayudó a su madre para que él viniera al mundo, sabía bien que debía saludarlo diciéndole: «Piedra preciosa, plumaje rico» y otras frases parecidas que expresaban mucho amor porese pequeño ser que ahora tenía en sus manos. No se trataba de una ocurrencia momentánea, sino de las ceremonias que debían realizarse desde que llegaba al mundo hasta que se entregaba al recién nacido a los brazos de su madre. Por ser varón le dijo: «Hijo mío, muy amado…, sábete y entiende queno es aquí tu casa, porque eres soldado (…) esta casa donde has nacido no es sino un nido. Tu oficio es dar a beber al Sol la sangre de los enemigos y dar a comer a la tierra con los cuerpos de tus enemigos… Tu propia tierra, y tu heredad y tu padre, es la casa del Sol, en el cielo…»
Juan Diego vino a la vida en un pueblo tranquilo, Cuautitlán, que se gobernaba por sí mismo y pertenecía a la federación de señoríos dependientes de Tetzcoco. Esta región se dedicaba más a vivir en paz y al cultivo de la inteligencia y del espíritu. Sin embargo, el peso de la tradición imponía que desde el primer instante el hombre fuera dedicado a la guerra. Su educación futura haría de él un buen guerrero.
Se trasladaba de Cuautitlán a Tetzcoco, vistiendo como correspondía a una persona de su calidad y estilo. Usaba el «maxtlat» de algodón bordado, que dejaba al descubierto el torso y las piernas; calzaba sus pies con sandalias de cuero y se envolvía en una manta o «tilma», también tejida con hilo de algodón y decorada con las grecas que le agradaban. Juan Diego, por ser hijo de una familia con posibilidades y buenas relaciones en Tetzcoco, debía asistir al colegio llamado el «Calmecac”, donde se impartía una enseñanza más completa a los alumnos que en el otro tipo de colegio denominado “Telpochcalli”.
Los maestros del «Calmecac» se escogían entre sacerdotes de probada virtud y conocimientos intelectuales.
En este colegio recibían también una esmerada instrucción militar. Tal parece que los alumnos llegaban al «Calmecac» alrededor de los quince años de edad, aunque en la práctica, eran enviados ahí mucho antes, de acuerdo a las necesidades familiares causadas por la ausencia del padre de familia en la casa.
En el «Calmecac» se preparaba al alumno para el sacerdocio, si él lo pedía, o para las altas funciones del Estado. Esta educación era severa y rigurosa. Además de instruirlo en el arte militar, vigilaron sus costumbres e hicieron que se ejercitara en la honestidad y en la virtud.
Aunque los niños fueran hijos de gente noble, altos funcionarios, ricos comerciantes o labradores, no se diferenciaban entre ellos por su vestimenta, que era muy sencilla, vestían todos igual: un pañalete de algodón y una manta áspera de henequén. Se levantaban en la noche, tomaban un baño de agua fría y de inmediato comenzaban a trabajar barriendo el templo, patios y las diversas dependencias de su colegio.
Al término de su educación colegial, conocía bien la historia de su pueblo, retórica, gramática náhuatl-que le daba mucha seguridad al hablar-, sabía expresar sus pensamientos elegantemente, podía escribir e interpretar con exactitud, haciendo uso de la memoria, los dibujos que significaban las ideas consignadas en el papel hecho con la pulpa de la hoja carnosa del «maguey» -planta de estas tierras clasificada como «Agave mexicana» -; se habían ejercitado en el arte y en los ejercicios propios de la guerra. Le enseñaron especialmente el valor de la vida bien llevada, conforme a la importancia que tiene en la existencia humana el conocimiento de Dios.
Es muy probable que Juan Diego fuera noble por su origen. Gozó de esta elevada posición hasta el final de la guerra de conquista. A partir de entonces, se retiró al campo -Cuauhtitlán- sin haberse desligado nunca plenamente de este lugar que tantos recuerdos le traía. Se adaptó a las nuevas circunstancias: es entonces, un señor, un «tzin». Juan Diego se dedicó al trabajo y se hizo más reflexivo todavía. En su mente se movían muchos interrogantes, pero la gran solución para él fue siempre meterse de lleno al trabajo. Mostró en estas circunstancias su nobleza: la del trabajo intenso y ordenado. No en vano era un «principal» del Señorío chichimeca de Tetzcoco. Si Juan Diego tenía posesiones en varios pueblos del Señorío, su padre también; y uno de ellos era éste, rodeado de lagos, ameno y tranquilo: Cuauhtitlán.
Cuando le llegó el momento, se casó con María Lucía, oriunda de Tulpetlac y al poco tiempo el matrimonio se trasladó a esta ciudad junto con su tío Juan Bernardino. Ya adulto atraído por la doctrina de los padres franciscanos llegados a México en 1524, recibió el bautismo junto con su esposa, muy seguramente en Tetzcoco, ya que allí se realizaron los primeros bautismos. Celebrado posteriormente el matrimonio cristiano, vivió castamente hasta la muerte de María Lucía, fallecida en 1529. Hombre de fe, fue coherente con sus obligaciones bautismales, nutriendo regularmente su unión con Dios mediante la eucaristía y el estudio del catecismo, al cual asistía los sábados a Tlatelolco, en donde había una comunidad de sacerdotes franciscanos del primer convento que entonces se había erigido en la Ciudad de México.
Después, por amor a Jesucristo, siguió muy de cerca la feliz y santa enseñanza de sus maestros, los venerables Frailes de San Francisco de Asís, y vivió voluntariamente la pobreza deun «macehualli», con todas las consecuencias que acarrea esta condición en México, especialmente bajo la mirada del español. Esta es su condición cuando se encuentra con la Virgen en el Tepeyac.
Desde el siglo XVI, existen documentos en donde se sabe de la vida y fama de santidad de Juan Diego. Uno de los más importantes fue, sin lugar a duda, las llamadas Informaciones Jurídicas de 1666, importante Proceso Canónico, aprobado después por la Santa Sede y constituido como Proceso Apostólico, cuando se pidió la aprobación para celebrar la Fiesta de la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre. Estas Informaciones están constituidas por testimonios de ancianos vecinos de Cuauhtitlán quienes testificaron y confirmaron la vida ejemplar de Juan Diego.
Juan Diego, efectivamente, era para el pueblo “un indio bueno y cristiano”, o un “varón santo”. Ya sólo estos títulos bastarían para entender la fortaleza de su fama, pues los indios eran muy exigentes para atribuir a alguno de ellos el apelativo de “buen indio” y mucho menos atribuir que era tan “bueno” que llegaba a considerarse ya “santo” como para pedirle a Dios que a sus propios hijos o familiares los hiciera igual de buenos y santos como a Juan Diego. Gracias a las fuentes históricas, conocemos las circunstancias de lo que fue la vida normal de Juan Diego, su familia, sus casas y tierras, y su actitud decidida a retirarse de toda comodidad para ir a vivir y servir en la ermita recién construida, según la voluntad de Nuestra Señora de Guadalupe, a los pies del cerro del Tepeyac, y en donde fue colocada la sagrada Imagen.
Después de las apariciones, Juan Diego se entregó plenamente al servicio de María Santísima de Guadalupe. Le apenaba mucho que su casa se encontrarse tan distante. Él quería estar cerca de Ella todos los días, barriendo el templo (que para los indígenas era un verdadero honor), transmitiendo lo que había visto y oído, y orando con gran devoción, por lo que Juan Diego suplicó al señor Obispo poder estar en cualquier parte que fuera, junto a las paredes del templo, y servirle.
El Obispo, que estimaba mucho a Juan Diego, accedió a su petición y permitió que se le construyera una casita junto a la Ermita de la Señora del Cielo. Viendo su tío Juan Bernardino que su sobrino servía muy bien a Nuestro Señor y a su preciosa Madre, quería seguirle, para estar juntos, “pero Juan Diego no accedió. Le dijo que convenía que se estuviera en su casa, para conservar las casas y tierras que sus padres y abuelos les dejaron”.
Juan Diego edificó con su testimonio y su palabra: de hecho, se acercaban a él para que intercediera por las necesidades, peticiones y súplicas de su pueblo. Juan Diego nunca descuidó la oportunidad de narrar la manera en que había ocurrido el encuentro maravilloso que había tenido, y el privilegio de haber sido el mensajero de la Virgen de Guadalupe. La gente sencilla lo reconoció y lo veneró como verdadero santo, incluso los indios lo ponían como modelo para sus hijos, y no había empacho de llamarlo “Varón Santo”.
La sencillez de Juan Diego y su disposición para aceptar y propagar el mensaje de la Virgen es lo que lo convierte en un personaje fundamental no solo para la devoción guadalupana, sino también para la conformación de una nueva identidad religiosa en el México colonial.
Puntos importantes
Juan Diego nació en Cuautitlán, perteneciente al reino de Texcoco, donde recibió una educación privilegiada en el "Calmecac", destacando en conocimientos religiosos, militares y valores como la honestidad y virtud.
Tras las apariciones de la Virgen de Guadalupe, dedicó su vida al servicio en la ermita del Tepeyac, renunciando a comodidades y difundiendo con sencillez y fe el mensaje guadalupano.
Su testimonio y vida ejemplar lo convirtieron en modelo de virtud, siendo venerado como "Varón Santo" por su pueblo, contribuyendo significativamente a la identidad religiosa en el México colonial
Glosario
Cuauhtlatoatzin:
Era el nombre indígena de Juan Diego antes de bautizarse. Como no se usaba ningún apellido, fue llamado como su padre o quizá alguno de sus abuelos. Sería conocido en adelante como «Cuauhtlatoa», que viene de: «Cuauhtli», Águila; «tlatoa», hablar y huac, como. Significa, pues, «El que habla como águila». Resultó a la postre casi profético, porque tuvo que hablar cosas muy importantes. Sus palabras en relación con la Virgen María serán conocidas por la eternidad. Cuando fue mayor, se añadió a su nombre la partícula «tzin». Cuauhtlatoatzin: que indica señorío y se traduce por «La Venerable Águila que habla».
Nican Motecpana:
Es un texto escrito por Fernando de Alva Ixtlixóchitl en 1590. Estas palabras significan “aquí se ponen en orden” y detalla todos los milagros que hizo la Virgen de Guadalupe después de que colocaran su Imagen en la Casita Sagrada. Además, también relata cómo fue el resto de la vida de Juan Diego hasta su fallecimiento y también la de su tío Juan Bernardino.